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Los objetivos del pájaro dodo

El pájaro Dodo es un ave no voladora, extinta, que protagoniza una carrera loca en la película clásica de animación “Alicia en el País de la Maravillas”. Quizá recuerden la escena; pueden visualizarla desde este enlace a Youtube.

En esta carrera cualquiera puede ser vencedor. Ya no se trata de la poca importancia de llegar en primer o último puesto, sino del hecho de ni tan solo saber si se ha llegado a la meta.

Aunque parezca sorprendente, la mayoría de los planes y los programas de intervención de entes locales, servicios e instituciones se han construido en base a unos objetivos con los que jamás sabremos si hemos conseguido los cambios necesarios que justificarían la inversión económica y de recursos humanos. En este escenario, resulta imposible hacer valer nuestro trabajo diario, porque no podemos mostrar los impactos de nuestra tarea en la vida de las personas; aspecto que en disciplinas técnicas tienen más que superado y les permite conseguir mayor reconocimiento y financiación para sus proyectos.

Los corredores más reconocidos de esta loca carrera hacia ninguna parte son “Acompañar”, “Establecer”, “Crear”, “Empoderar”, “Ofrecer” o “Atender”, entre muchos otros. Los encontramos encabezando estos pseudo-objetivos que no son más que simples tareas, o bien objetivos de proceso en el mejor de los casos.

En cambio, si lo que queremos es llegar una meta o escenario de cambio social, debemos contar con corredores que sepan a dónde quieren llegar. Estos objetivos no apuntarán a las tareas o al propio servicio, sino que describirán situaciones deseables. Veamos un ejemplo:

OBJETIVO DE LA CARRERA DEL PÁJARO DODO OBJETIVO DE UNA CARRERA PROFESIONAL
Acompañar a las mujeres del municipio en su itinerario de inserción laboral. Aumentar en un 25% la inserción laboral de las mujeres jóvenes (18 a 30 años) del municipio.

El primero objetivo de la carrera loca no apunta a un cambio en las personas a las que nos debemos. En todo caso, pareciera tratarse de un objetivo del que nos beneficiamos nosotros como profesionales; asegurándonos de que tenemos tareas a realizar y así no quedarnos sin trabajo. En cambio, el objetivo alternativo propuesto está describiendo la meta o impacto al que queremos llegar.

Este objetivo que aquí se ejemplifica sería solo la primera piedra de este hipotético programa de intervención, pero nótese como varía absolutamente todo el desarrollo del programa dependiendo de a donde estemos apuntando. Con la re-definición del objetivo propuesto, podremos ahora identificar aquellas metodologías y acciones necesarias para la incorporación de esas personas; en cambio, antes el desarrollo del programa se limitaba a crear la estructura para poder hacer ese acompañamiento.

Veamos ahora un pequeño truco para evaluar la idoneidad de los objetivos propuestos. Durante los años 80 y principios de los 90 se popularizó un anuncio de producto limpiador del hogar, en el que un mayordomo frotaba un algodón sobre los muebles para poder observar si quedaba limpio o bien impregnado de suciedad: “el algodón no engaña”, afirmaba el mayordomo. Nuestra prueba del algodón con los objetivos de la intervención social será interrogarles “para qué”; y probablemente la respuesta obtenida será el objetivo real que queremos conseguir. Haz la prueba con el objetivo de la carrera loca propuesto en el ejemplo anterior, o bien con otros clásicos de las carreras locas como “crear un servicio de atención al colectivo” u “ofrecer un espacio”.

Y para finalizar, nos reservamos un espacio para el deleite. Imagínate delante de la persona a la que debes convencer de la necesaria inversión en tus programas, y la diferente escena cuando planteas que “puedes crear un servicio de acompañamiento”, sin mucha más concreción, o bien que “puedes aumentar la inserción socio-laboral en un 25%”. O cuando llega el momento de rendir cuentas en las memorias anuales y destacar cómo tus programas cambian, con indicadores detallados, la vida de las personas.